El jade es una piedra preciosa, que era valorada por las antiguas dinastías chinas, como lo era el diamante, y se le relaciona con la pureza, la sabiduría y la perfección. Los mayas y aztecas, lo utilizaban para realizar talismanes como protección.

Los rodillos de Jade son un utensilio milenario que ya utilizaban las mujeres chinas en sus rituales de belleza, desde al menos el siglo VI. Como sucede con otras piedras, al jade se le atribuyen determinadas propiedades, como reducir la hinchazón de la cara, drenar las toxinas de la piel e incrementar la circulación de la sangre, pero desde hace muy poco estamos valorando realmente lo que los rodillos de jade pueden hacer por nuestra piel.

Según los expertos, el jade ayuda con el drenaje linfático, una técnica de masaje que libra el cuerpo de retención de líquidos, reduce la hinchazón, mejora la circulación y favorece la elasticidad de la piel del rostro. Además, gracias a la composición de sus micro-elementos, disminuye el proceso de envejecimiento, fortalece y aumenta las defensas; estimula la capacidad natural de renovación de la piel, la cual mostrará un aspecto más juvenil y saludable. El jade es transmisor natural de calor, que también ayuda a la circulación de la energía vital interna, de nuestro cuerpo.

Se puede usar tanto como se quiera y a cualquier hora del día, aunque siempre es bueno mantener la rutina constante para ver los efectos. Se puede usar con la piel seca, pero recomiendan hacerlo por la noche después de nuestra rutina de limpieza para que, además, estos productos penetren mejor en la piel.

Los masajes se deben de realizar fuera de la zona de la nariz, haciendo rodar el jade de forma ascendente en la frente, mejillas, garganta y área del escote. Colocar verticalmente en el área sinusal y hacerlo rodar con suavidad, luego alejarlo de la nariz para limpiar los senos nasales bloqueados. Por último, prestemos especial atención a la línea de la mandíbula, donde la congestión es más propensa a acumularse, en la zona donde el cuello se une con la oreja, haciéndolo de forma vertical ascendente, y luego llevándolo hacia la clavícula.

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