Durante los últimos meses, las tendencias y técnicas en el maquillaje, han pasado como un torbellino, algunas para quedarse y otra para olvidarse; siempre es recomendable experimentar con nuevas formas de maquillarnos, para conocer qué es lo que nos funciona y qué no, qué efectos nos favorecen más, o simplemente dar un twist a nuestro look diario.
En esta ocasión, el draping es una tendencia de maquillaje, que regresa de los años 60 y 70, creada por Way Brandy, quien era maquillista de celebridades como Farrah Fawcett, Jerry Hall y Cher; la misión del draping es darle un resplandor al rostro, para que luzca lo más natural posible, con un efecto luminoso, marcando las facciones, de forma casi invisible, con la apariencia de una piel más joven.
El blush, o mejor conocido como «colorete», es la herramienta esencial para el draping, además de unas buenas brochas para aplicar y difuminar el producto; se necesitan dos tonos de blush uno claro y otro más oscuro; el tono claro será para el área de los pómulos y la barbilla, los lugares donde la luz refleja naturalmente, y el tono oscuro servirá para dar mayor profundidad a los rasgos, definiendo el mentón, debajo de los huesos del pómulo, en las sienes y en los laterales de la nariz. Para que el blush se funda a la perfección, con la piel, y su efecto sea lo más natural posible, se debe de optar por coloretes cremosos, en tonos melocotón, y evitar los rosas y rojos, demasiado fuertes; para darle un extra de brillo al maquillaje es recomendables usar un poco de iluminador en la frente, arriba de los pómulos, nariz y en el «arco de cupido».
Marc Jacobs, a través de su línea de maquillaje Marc Jacobs Beauty, fue el encargado de traer de vuelta al mapa el draping, lanzando una nueva línea de coloretes; un dúo que combina los tonos necesarios, para recrear esta técnica de maquillaje.