Hay diferentes tradiciones, que si bien a ciencia cierta no podemos asegurar que todas son cien por ciento de origen mexicano, así las hemos adoptado y al final, también cuenta. La mayoría de éstas, solemos relacionarlas con comida, y suena bastante lógico ya que, además de ser la comida mexicana una verdadera delicia, somos muy tragones (jaja).
Uno de estos festejos es el Día de Muertos que, básicamente, es para honrar a aquellos seres queridos que han “pasado a mejor vida”, rindiéndoles una especie de tributo, mediante un altar, una ofrenda, en donde colocamos aquellos gustos, principalmente gastronómicos, que en vida solían disfrutar.
Entre calaveritas de azúcar, fruta, flores de cempasúchil y papel picado, para mí, destaca algo que estoy segura la mayoría adora: el pan de muerto, que además de ser delicioso tiene un significado muy particular, no se trata de un pan cualquiera por así decirlo.
Indagando descubrí que éste era utilizado desde la época prehispánica, en las ofrendas hechas a las deidades Izcoxauhqui y Huehuetéotl (dioses del fuego), pero obviamente, no era como ahora lo conocemos, ya que estaba hecho de semillas tostadas y molidas de amaranto y, después, se bañaba con sangre de gente sacrificada, lo que entonces era bastante común.
Esto fue una de las tantas cosas que tuvo modificaciones con la llegada de los españoles, fue cambiado por una versión comestible, que es más parecida a la que conocemos ahora, un pan con forma de corazón, hecho de trigo que, en lugar de bañarla con sangre, se cubría con azúcar y se le daba un tono rojizo, para que siguiera teniendo esa relación con la muerte.
Como buenos mexicanos, todos deben conocer el significado de tan representativo pan pero, por lo mismo, muchos aún lo desconocen; este pan es de forma redonda haciendo alusión al círculo de la vida, en el que se ubica una especie de esqueleto: la bolita del centro representa la cabeza, y las tiritas que salen de ella son, de hecho, huesos, cada extremidad del cuerpo (brazos y piernas), pero también indican cuatro diferentes orientaciones, dedicadas a diferentes deidades.
Finalmente, el sabor debe de ser a azahar, para así recordar a nuestros fallecidos y honrarlos, pero el ingenio siempre irá más allá y hoy en día hay una gran variedad entre: vainilla, chocolate, nuez, rellenos, ya sea de nata, chocolate, cajeta y hasta ¡hamburguesas de pan de muerto! (que por cierto tendré que probar, jaja).